miércoles, 30 de marzo de 2016

Arquitecta

  Ella construyó, con mucho esfuerzo, empeño y dedicación, todo lo que siempre había deseado. No fue nada fácil, pues una vez intentó realizar su casa con materiales baratos y endebles, de tan mala calidad que terminaron por resquebrajarse.
  Le dolió tanto el ver que el empeño que puso en lo que ella deseaba tener no funcionase que sus propios cimientos se derrumbaron. Ese octubre de 2013 hubo un gran terremoto que hizo que esas grietas se convirtieran en un puñado de escombros.
  Al principio intentó reconstruir todo lo que había perdido, quería volver a ser la misma persona, rodeada de los mismos ladrillos y ser hecha con el mismo cemento que se desplomó. No podía. Ella no era capaz de reconstruir su casa, su vida entera. Lo intentó cientos de veces sola, y lloraba de la frustración todas y cada una de las noches. No quería darse cuenta de que lo que de verdad necesitaba eran productos de calidad, de esos que valen miles de millones y que son extremadamente difíciles de encontrar.
  La arquitecta tuvo que ir a que una chica, una restauradora de vidas, le volviese a enseñar a confiar más en ella misma. La restauradora de vidas le enseñó a que no podía olvidar nunca lo que había pasado con los cimientos, porque el pasado siempre está presente, paradójicamente; le enseñó que tenía que tener confianza en ella misma, porque si no se estaría limitando. Le enseñó que antes de comenzar una carrera de obstáculos hay que dar un paso atrás para coger impulso. Y que los daban un paso hacia delante eran descalificados de la competición.
 La restauradora de vidas le ayudó a construir una base densa y fuerte, y le dijo que ya no necesitaría más, que lo que quedaba lo tenía que construir ella con su esfuerzo, empeño y dedicación.
  El miedo a construir seguía presente, aunque nunca lo reconoció. La arquitecta sonrió y le dio las gracias, prometiendo que lo haría, que construiría lo que ella había anhelado durante mucho tiempo; pero la arquitecta había aprendido a ser una actriz con la restauradora, incluso creía que debía ser galardonada por hacer creer a una restauradora que ella estaba por fin sin ningún desperfecto visual. 
  Ella volvió con las bases fuertes y forjadas, pero tenía fobia a seguir con su trabajo. Creía que no podía, que no merecía la pena intentarlo porque todo se derrumbaría en cuanto alguien entrara; o peor, que ella misma terminaría derribándolo todo. Ella creía ser su propia bola de demolición tan febrilmente que finalizó siéndolo de verdad. 
  Durante un año y medio estuvo sin construir, sin hacer nada más que pasear y ver cómo otros eran lo que construían todo lo que ella deseaba hacer.
  No podía más, sabía que en el planeta Tierra se producían cientos de miles de seísmos y muchos de ellos eran de una escala imperceptible para los humanos, así que tendría que convivir con ese miedo a que se volviese a producir una catástrofe, pero este temor no debía sobrepasar sus ganas de construir.
  La arquitecta puso tanto empeño en cambiar, en ser mejor, que decidió que no sólo se dedicaría a construir su casa, sino que en ésta entrarían personas nuevas, y dentro de este nuevo hogar seguiría construyendo: comenzó por reconstruir su propia sonrisa, su propia mirada, sus palabras. Y junto con esas personas construyó momentos especiales, construyó esencia, amor, amistad.
  La arquitecta se convirtió en una persona nueva, y cada vez que veía los escombros su antigua vida sonreía y pensaba que gracias a ese pasado supo cómo construir un mejor presente.


 
-Palabrita de Celia



martes, 22 de marzo de 2016

Palabras.

Suelo escribir poesía en este pequeño hogar,
en este pequeño gran mundo que he creado para mí sola.
Pero hoy no quiero versar mis lágrimas;
hoy quiero que éstas se derramen una a una
y que humedezcan la almohada.

Tonta de mí que no puedo parar
con esta droga tan sana
escribir y describir:
rabia
impotencia
dolor
amor;
en este pequeño hogar,
en este pequeño gran mundo
que creé para nosotros.

Hoy las palabras se fusionan
con el agua salada
haciendo que el mundo entero tiemble,
que mis fortalezas se derrumben,
que muestre un poquito más de mí.

Y un día más
las palabras son
los puntos de sutura
que curan mis heridas.

-Palabrita de Celia.



viernes, 11 de marzo de 2016

Aprendió.

Aprendió mucho de la vida,
de las experiencias,
de caerse y levantarse,
de volverse a caer.

Aprendió mucho de la vida,
de las lágrimas derramadas,
de los gritos sofocados,
de las noches de insomnio.

Aprendió mucho de la vida,
de la muerte,
del ser 
del no ser.

Aprendió mucho de la vida.
Y ella creó una lista
de todas las cosas 
que le importaban una mierda:

El pasado.
Las críticas.
Los susurros.
Las mentiras.

Aprendió mucho de la vida.
Y ella creó una lista 
de todas las cosas
que le importaban demasiado:

El presente.
Las sonrisas.
La felicidad.
La imperfecta utopía.

Aprendió mucho de la vida,
la mujer que una vez fue niña.